Peripecias de tres profesionales en un continente donde todo es extremo.
Reclutador dice que este tipo de experiencias tan intensas son muy valoradas por las empresas al analizar un currículum.
Megacampamentos
Francisco Álamos pasó 6 meses en Nairobi, capital de Kenia, trabajando en dos slums, equivalentes a los campamentos chilenos. Llegó gracias a un programa de la fundación EducÁfrica, con el apoyo de Fondo Chile. “Participé en un proyecto para ayudar a dos colegios a ordenar sus finanzas”, cuenta este ingeniero comercial de 24 años. “En los campamentos en Kenia pueden vivir hasta un millón de personas. Hay muchísimo hacinamiento y delincuencia, lo que provoca problemas sociales muy profundos, no comparables con los que se viven en Chile”, agrega.
Sin billetes
Benjamín Morel (27), médico de la U. del Desarrollo, está ahora trabajando en el Hospital de Misión de Sichili, pequeño pueblo rural de Zambia. “El común de la gente acá no maneja dinero y vive de cosechas; casi todas las casas tienen sus huertas y uno que otro animal. Los únicos con trabajo son los profesores, políticos, gente del hospital y los trabajadores que apoyan al huerto comunitario. En general una persona que gana bien recibe 60.000 pesos chilenos al mes. Es una pobreza muy digna: la gente vive en chozas de barro con techo de paja, pero mantienen sus terrenos limpios”, dice este joven, quien viajó a través del programa de Fundación África Dream.
Cosas de película
“Las zonas rurales rara vez tienen electricidad. La calefacción y la cocina es en hogueras y el agua está disponible sólo en pozos. No hay tiendas y de vez en cuando se ponen mercados, por lo que la mayoría de las cosas las deben conseguir ellos mismos de la naturaleza. También hay cosas de película: médicos brujos que son muy respetados, gente que sale a cazar con arco y flecha o que camina kilómetros para buscar agua. Pero también hay ciudades más civilizadas, por decirlo de alguna manera”, relata Benjamín Morel.
A puro arroz
“En una jornada normal nos levantábamos a las 6 AM para partir a trabajar a los colegios”, cuenta Dominique Saint-Jean (28), sicóloga de la U. de Santiago, quien estuvo en Nairobi por EducÁfrica. “Tomábamos los matatus (micros keniatas). En las mañanas impartía talleres a los niños y en las tardes a los profesores. Alrededor de las 18:30 estábamos de vuelta en un departamento que compartíamos entre los voluntarios y una francesa. Almorzábamos en los colegios. El menú variaba entre arroz con porotos y arroz con lentejas. Los fines de semana salíamos, descansábamos, a veces nos tocaba trabajar”, añade.
¿Y qué pasa con la higiene? En las casas donde alojan los voluntarios no tienen problemas con las duchas, pero otra cosa es en los campamentos. “En el slum hay muchísimos problemas de acceso y calidad del agua. Ahí lo recomendable es llevar agua embotellada”, acota Álamos.
Gente buena
Tanto en Kenia como en Zambia la comunicación con los niños y adultos es en inglés. “Tratamos de aprender kiswahilli, el idioma local en Kenia, para tratar de ser más cercanos. Pero a los niños los obligan a hablar en inglés”, cuenta Dominique. Pese a que hay una buena onda general hacia los extranjeros, “los nativos te recuerdan en todo momento que eres un extraño en su tierra. Todos te saludan, los niños saltan y cantan cuando te ven pasar. Pero uno se siente muy observado todo el tiempo. Y en la calle te gritan mzungu , que significa hombre viajero en kiswahili”.
Benjamín Morel destaca los lazos de amistad que ha creado en Zambia. “La gente es genuinamente buena, te enseñan sus idiomas, te invitan a comer, te cuentan de sus vidas, son muy abiertos en general. Acá la amistad se da fácil, pero hay que ser cuidadoso, es una cultura muy sensible. Por ejemplo, no saludar es una ofensa que les duele mucho. Si bien Sichili es más pobre que cualquier lugar que haya conocido de Chile, la gente es feliz. Se ríen mucho, bailan y cantan, se apoyan como comunidad en todo”, explica.
Un extra en el currículum
Agustín Riesco, vicepresidente ejecutivo de la fundación África Dream, opina que el voluntariado es un gran complemento a la formación universitaria. “Independiente de que en Chile también uno realiza otros voluntariados, hacerlo en África tiene un componente distinto”, asegura.
Para Benjamín Toselli, de la consultora IT Hunter, los beneficios llegan hasta el currículum: “Los trabajos de voluntariado en el extranjero aportan valor al CV porque revelan aspectos de la persona que pueden ser relevantes a la hora de ocupar, por ejemplo, un cargo de jefatura. Entre ellos, el compromiso con una causa, apertura al cambio, conocimiento de otras realidades, manejo de un segundo idioma, habilidad para trabajar en equipo, liderazgo y orientación hacia el logro de objetivos”.
Si quieres ser voluntario en África, busca más info en http://africadream.cl/ y http://www.educafrica.cl/ Los costos de los pasajes y el alojamiento corren por cuenta de cada fundación.
Fuente: LUN